Martilleado por el llanto
de un frío despertador,
me reconozco y me levanto
y sin poder alzar la voz,
procuro no intervenir
en la frecuencia del latir
de mi fatuo y doloroso
acorazado corazón.
Salto así hacia el vacío.
Siento aun, todo aquel frío.
Doy dos trechas hacia la nada
y me siento reblandecido.
Aprovecho la marabunta de gente pálida
para cruzar la calle.
Me derrota la mañana
y ese lodo pestilente en que me hunde.
Canto como los gusanos con una voz
que se ha cansado de temblar.
Y miento y aprovecho el va y ven del autobús
para amedrantar mis sueños rotos
y para mantener el cautiverio
de mi podrida fantasía
y de mi gusto por la poesía.
No reconozco la absoluta solidez
de mis fantasmas que madrugan a la vez.
Desordenando el cajón de mis juegos de azar.
Fosilizando mi cabeza.
Desenfocando la luna en un cristal
siempre con la sonrisa a cuestas.
Cuando quiero morir
y escupírselo a la cara a ese calvo cabrón
a ese mierda sin cerebro que me desheredó
de cumplir todos mis sueños
que no se ni cuales son.
No reconozco la absoluta solidez
de mis fantasmas que madrugan a la vez.
Hay quien nace por la noche
hay quien vive por el día
hay quien muere la mañana
y resucita al tercer día
si querer especular
me aventuro a elucubrar
que hay humanos que amanecen
con la aurora su agonía.
Saltando así hacia el vacío.
Sintiendo aun, todo aquel frío.
Dan dos trechas hacia la nada
y se sienten reblandecidos.
Aprovechan la marabunta de gente pálida
para cruzar la calle.
Les derrota la mañana
y ese lodo pestilente en que se hunden.
Cantan como los gusanos con una voz
que se ha cansado de temblar.
Y mienten y aprovechan el va y ven del autobús
para amedrantar sus sueños rotos
y para mantener el cautiverio
de su podrida fantasía
y de su gusto por la poesía.
No reconozco la absoluta solidez
de mis fantasmas que madrugan a la vez.